Deepen

Siempre fue una chica que se caracterizaba por su sonrisa. Era una sonrisa tímida, pero nunca la escondía. Era tan inevitable como estirar los brazos y las piernas por las mañanas, en el preciso instante que sonaba esa melodía, que ya tan escuchada la tenía, de la alarma del móvil y había un baile de rayos de sol en la habitación; tan inevitable como cerrar los ojos al estornudar. 
También se caracterizaba por su amor incondicional por los animales. Todas las personas que la conocían eran conscientes de ello. Le encantaba contarlo, que la gente supiera qué era importante para ella. A veces se consideraba mala persona porque decía y mantenía que le dolía más ver cómo moría un toro en una corrida o cómo atrapaban a un jabalí en una apuesta de cacería que ver cómo moría gente en las noticias. Gritaba a los cuatro vientos que sólo sería plenamente feliz si estudiara veterinaria y se dedicara a ello. Aunque habían muchas otras cosas que le interesaban estudiar, siempre le gustó estudiar. De pequeña curaba a los animales de  peluche y cuidaba de las plantas, que también le encantaban. De hecho le pirraría tener un jardín lleno de plantas y flores, pero no cualquieras.. plantas exóticas y flores de colores, muchos colores. Y muchos bonsais también, para cuidarlos con la tranquilidad que lo hacía el sr. Miyagi.
Otra de sus pasiones era la música. Es increíble lo que significaba para ella. Le encantaba destripar cada canción, cada palabra, cada letra, descubrir la esencia. No era muy exigente en cuanto a las categorías, pero le desvivía el rock, el flamenco y la música negra. Ir a un concierto le suponía una dosis de felicidad abismal. Tubo la suerte de haber vivido noches mágicas con cada uno de sus grupos preferidos, incluso de repetirla. Aunque siempre le quedaban muchos por ver, siempre aparecían grupos que le llamaban la atención, le cautivaban el oído y estaba dispuesta a pagar por volverse loca saltando y cantando todas sus canciones.
Siempre le gustó la fotografía. Allá dónde iba, desde pequeña, se hacía fotos para poder verlas después y recordar todos los momentos que había pasado. Tenía miles de álbumes, carpetas y una caja llena de ellas. Siempre decía que se lo inculcaba su madre, ya que ella por desgracia no tenía muchas fotografías de recuerdo y no quería que pasara lo mismo con sus hijas. Pero esa afición creció de tal manera cuando veía fotos preciosas por internet, por páginas exclusivamente dedicadas a la fotografía y demás rincones de la misteriosa red, que se decidió a hacer sus propias fotografías, de las cuales siempre ha estado muy orgullosa. De hecho, desde que se compró su cámara, tenía pensado comprarse álbumes para plasmar las que más le llenaban y mejor recuerdos le traían. Le encantaba pasarse horas mirándolas, escogiendo cuáles quería imprimir y formar parte de ellos, para ella era un gran tesoro. Decía que tener la cámara colgada en el cuello y salir a cualquier sitio, que cualquier detalle te llamara la atención, encuadrar bien, asegurar los niveles, apretar el disparador, escuchar el maravilloso clack y convertirlo en tu detalle, tu momento, tu foto, era algo que le llenaba enormemente. Le llenaba tanto que nada más hacer la foto la miraba en la pantalla de la cámara y una sonrisa radiante le iluminaba la cara.
Cada vez que veía la Torre Eiffel, ya sea la original, como una figura, cualquier foto donde apareciera.. le brillaban los ojos. Le tenía íntegramente cautivada París, la llamada ciudad del amor y las luces, y le encantaba empaparse de ella y sus rincones.
Cuando llegaba la hora de ordenar su habitación, la cual la consideraba su rincón preferido, le entraba de repente una sospechosa pereza. Es curioso.. porque no le gustaba ordenar y era un poco despistada, pero adoraba que todo estuviera bien ordenado y era muy maniática.
Desde que tenía uso de razón le daba miedo la oscuridad. Si de noche andaba sola por la calle siempre miraba hacia atrás.
Le daba una importancia a la amistad que ni ella sabría explicarlo. La amistad era media ella, pensaba que era lo mejor que le podía pasar a una persona. Tener un confidente a quien contar tus problemas y tus alegrías, entre otras cosas, es sencillamente maravilloso. Nunca se lo dijo a nadie, pero las amistades que perdió en un pasado le llevaron a hacer más fuertes las que vinieron, aunque sólo contaba con una realmente.
Por supuesto la familia era su otra mitad. Cada uno era un regalo de la vida y le encantaba pasar el tiempo con ellos.
Era indecisa como ella sola, le daba vueltas a todo y siempre pensaba dos veces las cosas antes de decirlas, en ocasiones pensaba que eso le perjudicaba.

Aparte de imaginar que tendría todo lo que quería y conseguir todas las expectativas que se proponía, era feliz paseando con su perra por la playa o fumándose un Lucky despidiendo un atardecer..